Las personas mayores que no realizan ninguna actividad física tienen más probabilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como a presentar problemas musculares y articulares y una peor salud ósea.
La práctica regular de ejercicio reduce la hipertensión arterial, la diabetes y previene la obesidad, constituyendo un gran aliado para prevenir las enfermedades cardiovasculares.
El ejercicio se ha relacionado también con una reducción del deterioro cognitivo y un importante papel preventivo frente a la depresión en los/as ancianos/as, ayudando a fomentar la autoestima. Eso sí, antes de iniciar la práctica de ejercicio es recomendable consultar con el médico para asegurarnos que éste se adecúa a nuestra condición física.
En cuanto al tipo de ejercicio más recomendable, en las personas mayores se recomienda optar por actividades aeróbicas de bajo impacto, como caminar, nadar, bailar… Lo ideal es combinar estas actividades con el entrenamiento de fuerza, que ayuda a mejorar la fuerza muscular, la independencia funcional y el equilibrio.
En determinadas situaciones, como en casos de artritis severa o personas con problemas de movilidad puede ser aconsejable realizar entrenamientos específicos de fuerza muscular.
El fortalecimiento de la musculatura permitirá aumentar la masa muscular y la fuerza muscular, evitando así una de las principales causas de las caídas.
Además, los especialistas señalan que en el caso de las mujeres la actividad física, dependiendo de la época de inicio, la duración y la intensidad, contribuye a aumentar el pico de masa ósea, mantener la masa ósea y disminuir la perdida de densidad ósea que ocurre con la edad, combatiendo la osteoporosis, y con ella, las fracturas recurrentes a partir de ciertas edades.
El objetivo debería ser caminar al menos 30 minutos cinco días a la semana (150 minutos semanales como mínimo), aunque como hemos destacado anteriormente, es necesario analizar las características y salud física de cada persona antes de empezar con un plan de ejercicio.
Además de todas las ventajas mencionadas, la práctica regular de ejercicio físico mejora la coordinación de las personas mayores y con ella su autonomía.